Vilma María Ibarra Mata

A la orden de Rolando Alfaro, Radio Columbia. Al servicio de los PACgobiernos

Hablada opaca y barra del PAC

Conozco a Vilma María Ibarra Mata, de Hablando Claro, por eso se que es esa típica comunicadora que siempre intenta ponerse por encima de sus entrevistados, utilizando palabras grandilocuentes que no cuentan nada de la realidad a la que aspira evaluar, y, por lo tanto, termina por enfrascarse en un lenguaje vacío y carente de sentido. Así lo hizo en la más bochornosa entrevista que oído en mi vida, cuando Pilar Cisneros la puso en su lugar.  

Hace una cuarto de siglo en su cabina de Monumental, siendo ministro de Seguridad,  la atrapé con una retahíla de preguntas pregrabadas en una casetera. Asqueroso terrorismo periodístico. De inmediato me salí de ese cuchitril  radiofónico y por poco me golpea un pachuco  (periodista) que quería impedir mi salida. Otra vez, en una mesa redonda en el Colegio de Periodistas, moderada por don Álvaro Madrigal, la enfrenté caballerosamente y cuando expusimos sobre sexo, prensa y política su iracundia se desbordó.  Jamás aceptaría ni un mensaje de WhatsApp de esta dama.

Debido a la sintonía ideológica y a que seguía una línea editorial en su programa Hablando Claro, en Radio Columbia, que se inscribía entre esos medios satélites que de forma tácita orbitaban alrededor de La Nación, decidí no concederle entrevistas, lo que en una sociedad democrática es ética y jurídicamente válido. Aunque por el estilo de los partidos corruptos y de la prensa canalla, sea políticamente incorrecto.

Ello dio pie para que la comunicadora desatara su ira, otra vez más,  contra mi persona y en momentos en que yo aspiraba a la presidencia de la República. Llegó a asegurar , incluso, que nunca antes los periodistas costarricenses habían pasado por una situación similar a la vivida conmigo, por no aceptar invitaciones de medios y periodistas que, claramente, abrazaban causas políticas de forma solapada.

Afirmar que la prensa nunca antes había estado en una tesitura como esa, como puede apreciarse a mil leguas, resulta inverosímil y carente de fundamento, dado que han sido muchos los episodios en los que ciudadanos -figuraras públicas e incluso presidentes, como sucedió con el propio José Figueres Ferrer -quienes, ante la animadversión de algunos medios de masas del país, optaron por protegerse manteniéndose a distancia.

“He conversado con varios colegas que estamos en este entrevero. Nunca hemos estado en una situación como esta que enfrentamos ahora. Mi colega David Delgado interpuso un Recurso de Amparo. Mi colega Freddy Serrano fue bloqueado. Es decir, uno puede ser bloqueado, lo cual es una prerrogativa, de cualquiera, pero muy delicado cuando se trata de un aspirante, porque usted (se dirigía al gritón y deslucido candidato Edgardo Araya del Frente Amplio) ha pasado por el fragor del escrutinio, muchas veces lo ha considerado injusto, desproporcionado, desmerecido, pero siempre en los cánones del sometimiento de ese ejercicio, que a veces, sí, no es el más preciso, el más fino, el mejor apuntado de los medios, de nosotros los periodistas, pero que significa someterse a los canales institucionales de una democracia, como la nuestra, que tiene un lugar mundial en la libertad de expresión”, dijo Vilma María Ibarra Mata en su programa en la mañana del 5 de enero de 2018.

Vilma María  insistió en que “nunca” la prensa se había topado con un candidato presidencial como yo que les limitara los espacios para entrevistas y dar declaraciones. ¿Qué se cree?

“A patadas y espinillazos como que cuesta un poco”, aseguró mientras anunciaba que trataría el tema en un espacio con algunos de sus colegas.

Lo que no dijo la directora de Hablando Claro es que la prensa canalla, desde un principio, incluso cuando yo aún no era candidato a la presidencia, asumió una posición basada en mentiras y llevó esa visión hasta el extremo, a tal punto de que se volvió una canción trillada el que me trataran de “populista” y de ser una reencarnación en suelo costarricense del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.  

¿Sabía esa prensa docta, qué es en verdad el populismo?

¿Cómo fue que importaron el calificativo sin tomar en consideración las circunstancias reales y concretas en que se desarrollaba la contienda electoral? ¿Por qué ese facilismo y esa superficialidad?

No dijo, por lo tanto, Ibarra Mata, que, como ella resalta, con muchas décadas de ejercicio, que, a buena parte de la prensa comercial y no comercial, como fue el caso del Semenario Universidad, le faltó apegarse a los principios básicos del equilibrio, de la verificación de los datos y de asumir una posición imparcial a la hora de contar las noticias, para que fueran los lectores, los televidentes o los radioescuchas quienes con base en la información suministrada se formaran un criterio.

Esa transparencia que se le reclamaba a la prensa nunca apareció.

Lo que ocurrió fue que una prensa que giraba alrededor de La Nación, un rabioso enemigo mío, difundió ideas, conceptos, e imágenes distorsionadas en relación con mi persona y mi candidatura, con el fin de minar mis posibilidades de cara a la elección del 4 de febrero de 2018.

¿Es esa la función de la prensa en una sociedad democrática como la costarricense?

¿Se creen Vilma María Ibarra Mata y algunos de sus colegas que son en realidad el cuarto poder?

¿A quién sirven: a los ciudadanos ávidos de buena información o a los grupos de poder establecidos desde hace décadas en el país?

¿En qué se diferencia un espacio como Hablando Claro de la masa de programas en los que solo se repiten esquemas, estereotipos y siempre se convoca a los mismos que ostentan el poder?

Para evitar exponerme a una prensa  canalla que no pregunta, sino que primero “afusila” , a una prensa que no evalúa, sino que juzga, a una prensa que no es puente entre el ciudadano y el medio, sino que es trinchera venenosa, durante la campaña electoral de 2018 decliné hablar con periodistas inescrupulosos.

No se trata, como quiso insinuar Vilma María su programa Hablando Claro, de que yo temiera el escrutinio y el cuestionamiento. Solo alguien que desconoce mi trayectoria como abogado y como figura pública a lo largo ya de varias décadas en el primer caso y con apariciones puntuales en el segundo, puede insinuar, sin sonrojarse, tal posibilidad. ¡Atrevida petulancia, con pauta virtuosa!

Si hay un ciudadano que no teme enfrentarse públicamente a los cuestionamientos ese, humildemente, soy yo. Lo único que pedí y pido a los periodistas es que trabajen con base en una ética que sostenga ese hacer, y no que se disfracen de intelectuales con el fin de rendir culto y servicio a una clase política que ya ha demostrado su incapacidad para platear las soluciones que Costa Rica necesita.

En ese sentido,  la señora Ibarra no se distancia en nada a lo que hizo La Nación, Crhoy, Elmundocr, Semanario Universidad y otra lista de medios que lejos de indagar, estudiar y profundizar en mis propuestas como candidato presidencial, se quedaron con lo superficial y me cuestionaron sin bases.

El proceder de Vilma María no es gratuito, sino que responde a una ideología que en primera instancia apuesta por proteger su propio status quo y después por mantenerse en un engranaje en el que los cambios son siempre mal vistos, porque, precisamente, vienen a cuestionar su hacer como periodistas que se quedaron anclados en un tiempo, en el tiempo en el que los medios lo eran todo y no existía ni idea de lo que supondrían las redes sociales, que bien empleadas le dan voz a los sin voz, y dotan de plataformas al ciudadano para que exprese lo que durante décadas le negaron los medios tradicionales.

La forma de operar de dichos medios, la prensa canalla,  también queda delatada cuando entre los distintos espacios empiezan a citarse, a intercambiar fuentes y a tomar un tema y tratarlo hasta la extenuación, siempre y cuando responda y proteja sus intereses. Así le hacen creer al ciudadano que la realidad que aparece en la televisión, en la radio y en la prensa escrita es la realidad de ahí afuera, donde justamente se desenvuelve el ciudadano, pero la verdad es que la situación no es así, y los mass media responden a motivaciones y signos de sus dueños e inversionistas.

A los medios, como se aprecia, y ello alcanza al programa Hablando Claro, lo que les interesa es el show, el espectáculo, lo superficial, el sensacionalismo de propagar que un candidato se niega a conceder entrevistas, con lo cual hacen creer que esa posición afecta el conjunto de la libertad de expresión y la libertad de prensa de todo el país.

Es así como vuelven a mentir una y otra vez, incluso en un ejercicio de “performatividad” en el que mientras “denuncian” una situación, en el mismo acto están mintiendo y así sucesivamente hasta el infinitum.

De forma tal, que lo evidente es que, Hablando Claro, dirigido por Vilma María, acompañada de Murillo, es una pulpería con cada vez menos clientes. Es un programa más en el espectro radiofónico costarricense y un espacio en el que su conductora quiere hacerle entender a su audiencia que ella está por encima del bien y del mal, y, por lo tanto, jamás acepta un no como respuesta. De ahí su rating y sus anunciantes.