El tamaño de boca no tiene relación con la capacidad de ofender
El presentador de Telenoticias Andrés Mauricio Martínez Calderón hizo valer su prepotencia días antes del debate presidencial en el que yo iba a participar durante la campaña de 2018. A su papá Mauricio Martínez, periodista de La Nación por muchos años, lo había conocido decenios atrás y tenía muy claro su posición y su estilo, pero claro, escrito.
En la acera de Radio Monumental, Andrés se acercó, con sus cortos pasos, como si fuera una elevada autoridad, con el afán de “notificarme” (como si él fuera notario) la entrega de una invitación que me había enviado su director, Ignacio Santos Pasamontes, a quien desenmascaré en un cínico café política.
“Firme aquí”, me dijo Martínez, derrochando su patanería genética. Con qué valor, con qué desfachatez, con qué autoridad moral, con qué argumentos llegó a tratarme como si yo fuese un empleado suyo o un súbdito.
Realmente la actitud de Andrés Mauricio era inverecunda, al desconocer no solo mi rectitud y mi responsabilidad, sino también el hecho de que era abogado de Televisora de Costa Rica, con cuyos propietarios -pensaba ante entonces- que existía una relación de respeto y cordialidad.
Entonces, por qué un periodista como Martínez Calderón actuó con esa arrogancia dicéndome “firme aquí”, como si él fuera el representante de un tribunal que urgido necesitaba notificar a un justiciable… preludio de un fusilamiento mediático.
Ello solo revela la visión que maneja este periodista, que adscrito a la idea de que la prensa siempre tiene la verdad en la bolsa, piensa que él puede hacer lo que le de la gana en cualquier circunstancia.
Olvida el comunicador que hay formas de proceder, en las que ha de primar el decoro, el respeto, la ética y, de paso, el sentido común.
En el fondo, no obstante, no me extraña la actitud de Andrés Martínez, porque cuando se distorsionó un comentario mío en el que aludía a la triste historia de que una vez una funcionaria judicial había tenido que practicarle sexo oral a un presidente de la Corte Suprema de Justicia para ascender, el periodista estuvo atento a difundir todo cuanto alrededor sucedió y desapegado a los hechos.
Fue uno más del montón que se apresuró a crucificarme, sin siquiera intentar ahondar en el tema, buscar fuentes y darle a la noticia la verdadera dimensión que merecía. Salió en carrera a buscar a Toño Álvarez.
Con ese proceder, Martínez Calderón evidenciaba es que se dejaba arrastar por esa corriente de la prensa canalla, supositiva y que lejos de ver en su oficio un servicio público al ciudadano, lo toma como un espacio de poder en el que está permitido publicar lo que esa prensa quiera y de la forma como lo pretenda decir.
De esta manera, este periodista se une al pelotón de fusilamiento liderado por La Nación, Crhoy, Elmundocr, Semenario Universidad y misma Telenoticias, que parten de la idea de que los hechos les pertenecen y que, por lo tanto, pueden manipularlos a su antojo para dar a conocer la versión que convenga a quienes los mandan y pagan.
Durante la campaña electoral de 2018 me tuve que defender con firmeza de esa prensa que conforma un círculo desde el cual me atacaban, al tiempo que entre sus miembros se protegían.
Andrés Mauricio es una muestra inequívoca de ese tipo de periodistas dóciles con el medio, pero que hacia fuera se presentan con una prepotencia inusual, amparados en que los protege un picado canal de televisión.
Es decir, con Martínez Calderón se repite la triste historia del periodista que cree que él representa al medio, cuando la ecuación es al revés. Como lo dijo el célebre Marshall McLuhan: “el medio es el mensaje”, pero este comunicador ni siquiera se ha enterado de esa realidad tan demoledora y contundente, de ahí su inadmisible proceder.
Contra periodistas como Andrés Martínez me defenderé siempre, porque cuando se parte de principios éticos sólidos es imposible callarse ante sus posturas ideológica solapadas, que lo que hacen es servir sin el mínimo asomo de criticidad a una clase política corrupta y acostumbrada a manejar los hilos de la prensa y del poder.