Oscar Dedos Arias Sánchez

“Dedos” 

Sus orejas lo oyen todo 

Sus dedos son muy traviesos 

Usa más las lenguas de otros que la suya

Jose, Jose,  Jose,  ¡por favor!… ¡a Óscar no!… ¡no!… ¡por favor!

La noche del 28 de abril de 1991, en la oficina de paredes de ciprés de gerencia de Fideca, San Francisco de Dos Ríos, Bernardo Arce Gutiérrez, Carlos Espinach Philips, Mario Figueres Olsen y yo conversábamos telefónicamente con José María Figueres Olsen, a quien – hasta ese momento – no conocía personalmente y se encontraba en Boston realizando un posgrado con su familia,  con Antonio Alvarez Desanti y la familia de este último. 

El viernes 26 anterior había sido contratado por Bernardo para elaborar una querella y una acción civil contra los autores visibles del librillo “El Caso Chemise”. Hace 30 años, solo contábamos con computadoras e impresoras que hacían de la abogacía una maravilla. Teníamos sesenta horas para analizar la documentación existente y conversar con los posibles testigos. El compromiso era tener preparado un borrador para que don José María lo aprobara y presentar las acciones ante la Sala Tercera de la Corte, el lunes 29 a primera hora.

La juventud, la pasión por la justicia y el placer de la abogacía me permitieron cumplir el compromiso. Con uno de los primeros teléfonos con “speaker” que había visto hasta entonces, fui leyendo y explicando, paso a paso, a mi desconocido cliente, la acusación que plantearía como su mandatario judicial (aunque el poder venía volando en ese momento). Todo era normal, hasta que llegamos a la lista de testigos. Ahí ardió Troya. Estaba, como hoy, absolutamente convencido, de que el ideólogo e instigador principal de esa infamia era Oscar Arias Sánchez, con los dedos de Fernando Zumbado y La Nación.  

Había descubierto que el notario Federico Malavassi, a la sazón asistente de Fernando Lincoln Guier Esquivel, había levantado en protocolo, el 15 de marzo de 1991, una declaración jurada del testigo estrella de Arias y La Nación. Pero volvamos a aquella noche de hace tres decenios… Carlos Espinach gritaba desesperadamente: “Jose, Jose, Jose… no metás en esto a Óscar.  Jose, por favor… a Oscar no… no por favor”. Yo empecé a tacharlo en el papel continuo de mi borrador. Pasan unos segundos silencio. Creí que se había cortado la comunicación.  Escucho unos murmullos, creo que era la voz de Toño Álvarez. Sigue el silencio y, de repente, escuchamos a José María decir con fineza: “Juan Diego deje a ese carajo de primer testigo, estoy seguro de que esto es obra de él”. Continuamos leyendo, hacemos los ajustes de siempre.

Al día siguiente, a las siete y media de la mañana, llegamos al mostrador de la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia y presentamos la querella. Principiaba mi aventura judicial más escandalosa y sucia. Caía el plan macabro de Arias y La Nación para publicar ese libraco en un suplemento, el primero de mayo de 1991. Ulibarri, Lafitte, Marcela Angulo y Ronald Chacón se desataron. En mi libro “Los Embusteros de la Mala Fe”, narro muchas circunstancias de este caso. 

El juicio oral y público fue en noviembre de 1993.  Teletica se sumó a La Nación y transmitió en vivo las cuatro semanas de debate, por uno de sus canales apéndices, merced a un amparo planeado por Pilar Cisneros y Manuel Enrique Jiménez “el mono”, como le decían en el Saint Claire.

Ese fue mi primer encuentro con la sombra de Óscar Arias. Y bueno, su plan de “la fórmula mágica” con Margarita Penón como candidata a la presidencia se desplomó, como se desplomó ese matrimonio con olor a cafetal y mueblería, y en buen inglés británico. 

Nunca tuve contacto alguno con Óscar Arias, hasta que su esposa, doña Suzanne Fischel, nos invitó a su casa para conversar sobre la crisis del Poder Judicial. Realmente fue una velada cordial, nos comentaron la insolencia de Laura y Adrián Chinchilla en el Teatro Nacional, en el banquete del 8 de mayo del 2010. Nada que me sorprendiera de los Chinchilla. Primera y última vez que conversamos.

En la precampaña entre la Laura Chinchilla y Johnny Araya, a fines del 2008, yo apoyé a Araya con algunos videos señalando el estilo de Chinchilla, a quien resistí cuando fue impuesta por Sandra Pisk para ser viceministra. Otra historia. En esos años, enfrentaba a Víctor, un pariente angurriento que pretendía quedarse con toda la herencia de mi padre. Laura, René Castro, Fernando Berrocal y otros, con la gentuza de Jotabeqú, se atrevieron, con la participación de Víctor, a grabar un video donde manipularon a mi madre para que me insultara terriblemente. La chusma politiquera de Laura llevó el video a los canales de televisión y ninguno de estos se atrevió a publicarlo.  

Eso fue a finales del 2008 y jamás pensé que Oscar Arias y su pazco hermano iban a usarlo diez años después para hacerme daño vilmente, mediante un canal de televisión hondureño en manos de una poderosa familia ligada al narcotráfico. Usaron al hijastro de Rodrigo Arias, el delincuente Jorge Seevers Grillo, hijo de Milena Grillo, la madre de los dos hijos de Rodrigo. 

Vale decir que Ericka Seevers Huebner es prima hermana del convicto Jorge Seevers e hija de Ricardo Seevers Federspiel, a quien logré que condenaran penalmente, aplicando por primera vez el delito de explotación de adulto mayor. Ricardo ahora está casado con una tía de Pedro Manuel Abreu Jiménez, el presidente ejecutivo de La Nación.

En los siguientes gráficos usted podrá seguir la huella de estos canallas.

¡NUNCA… jamás!

Todos los codiciosos