La insolencia y la agresividad de Alexis Rojas, la conozco desde 1994, cuando fui ministro de Seguridad Pública y en una conferencia de prensa, en el auditorio de ese ministerio, la malacrianza y el irrespeto del periodista Rojas llegó a tal nivel que tuve que exigirle que saliera de inmediato, frente a sus demás colegas de otros medios, entre los que saltaban muchos en defensa de Luis Fishman, como un tal Ibarra, despedido de otro telenoticiario por su afición a los lápices de colores.
La silla vacía y las oscuras reglas del psuedoperiodismo
El 10 de enero de 2018 decidí no asistir a la entrevista pactada en el espacio “Voto 2018” de NC 11, debido a que no se cumplió lo acordado con Jerry Alfaro, entonces director de Noticias Repretel.
A pocos minutos y frente al hotel sede de Repretel en La Urucua, nos dimos cuenta de que el conductor de esa entrevista iba a ser el periodista, hoy ya pensionado, Alexis Rojas Quesada, quien había sido compañero y amigo durante muchos años de la entonces directora de prensa del candidato del Partido Liberación Nacional (PLN), Antonio Álvarez Desanti, Evelyn Fachler Gruspan (de igual apellido que el exmagistrado suplente Moisés Fachler Grunspan, quien renunció a su cargo en 2011, señalado por filtrar copias del borrador de sentencia y extesorero del Partido Liberación Nacional 1994).
Como candidato a la presidencia, en esa oportunidad, lo que pedía eran reglas claras y no me iba a exponer a un interrogatorio montado en el que los intereses partidistas de la excompañera de trabajo de Alexis Rojas Quesada, impidieran en una charla franca y clara.
“Juego limpio. Reglas claras. Desde hace varias semanas don Jerry Alfaro me invitó a una entrevista en el Facebook de canal 6, convenida para esta tarde. Después de participar en una extensa charla con preguntas fuertes e inteligentes en el Tribunal Supremo de Elecciones, iba hacia las instalaciones de esa televisora cuando nos enteramos de que habían cambiado al entrevistador de último momento”, dije en aquella oportunidad y hoy refrendo una a una esas palabras.
Ante mi ausencia, tanto Alexis Rojas Quesada, como NC11, y toda la tribu Repretel, con el aplauso de su mandador Fernando Contreras, montaron un show con la famosa silla vacía, lo que hicieron con el fin de afectar mi imagen. De igual manera, surgieron editoriales en mi contra, y toda la jauría de periodistas satélites salieron en twitter y en Facebook a respaldar el proceder del grupo Repretel, que no dejó de cobrar millones de colones por nuestros anuncios.
Se llegó a decir que la entrevista se canceló cinco minutos antes. La realidad de las cosas no fue precisamente así, pero logré desarmar a tiempo el evitar someterme a una entrevista con un guión previamente acordado por otras partes, con el único objetivo de hacerme caer en una trampa indecente.
Como periodista de una amplia experiencia y en vísperas de pensionarse, el enconoso Alexis Rojas, sabía que esa no era una forma ética de proceder.
Como candidato y como abogado siempre he tenido una apertura total a la buena prensa, a la que respeto, y no temo. Otra historia es con la prensa supositiva y canalla, que lejos de realizar su alta labor, se concentra en ver cómo, en mi caso particular, me hace daño.
De ahí que he tenido en varias ocasiones que acudir a los tribunales de justicia para pedir respeto y contrarrestar las difamaciones y calumnias a que me han sometido. El ejemplo más elocuente de lo que digo sucedió en 1998 cuando tuve que querellar a La Nación, con los resultados ya conocidos de la sentencia histórica en mi favor.
Nunca he temido que me pregunten lo que sea, porque cuando hay transparencia, honor, honradez y una carrera apegada a la ética, no hay motivo alguno para no contestar una pregunta o una entrevista completa.
Lo que sucedió ese 10 de enero es que al calor de la campaña electoral con los intereses exacerbados por las distintas partes, había que andarse con pies de plomo para que de última hora no surgieran fantasmas y enemigos que hasta ese momento se habían podido neutralizar. Dos días después sería la bailada de la vicepresidenta Ana Elena Chacón, en un bar gay, celebrando el “fallo” de la CIDH.
De ahí que no valían los editoriales de Repretel, las noticias en NC 11, ni los destemplados chillidos de Alexis Rojas Quesada que al colocar esa silla vacía convertía en espectáculo una decisión mía acorde con las circunstancias y en legítima defensa de una trampa mediática.
He reclamado desde hace ya cuatro décadas la necesidad de que Costa Rica tenga un periodismo valiente, crítico, científico y profundo, porque esta es una manera de elevar la consciencia nacional. Algo que ya entendió en 1847 don José María Castro Madriz, al inclinarse por una prensa libre e independiente.
El problema en la Costa Rica actual y la campaña electoral de 2018 lo dejó más que claro: tenemos a una prensa servil a los intereses de unas pocas y potentes familias y de la clase política corrupta, acostumbrada a estar en el poder a toda costa, desde 1860.
Con una prensa así, que prefiere manipular los hechos antes que exponerlos, sobredimensionarlos, antes que darles su justa dimensión, y que le tuerce el cuello a la ética cada siete minutos, es difícil bregar, aunque por mi formación siempre he estado dispuesto a dar las luchas que sean necesarias.
De ahí que era mi deber ético, en primer lugar por respeto propio y en segundo lugar por respeto a las decenas de miles de costarricenses que nos acompañaban en la campaña, el evitar someterme a una entrevista que más que ella iba a ser un interrogatorio con preguntas que arrastraban heces de los partidos interesados.
Actué en consecuencia, con responsabilidad y sin ningún afán de sacar provecho indirecto del acto, todo lo contrario, porque lo que se pidió fue poder estar en un espacio con las reglas claras y sin que mediara ningún tipo de favorecimiento o afectación adicional.
Demostré, una vez más, que para estar en la vida pública se requiere de carácter, de capacidad para reaccionar a tiempo, y de paso se evidenció, una vez más, que el país requiere de una prensa decente, que responda a una deontología que garantice la imparcialidad y que le dé la oportunidad a los ciudadanos de tomar sus propias decisiones con base en una información oportuna y veraz.
De ahí que todo el numerito que en esa oportunidad montó Alexis Rojas Quesada con la tribu Repretel, Contreras al mando, no se justificaba, al tiempo que no respetaba una decisión amparada en el hecho de que acudir a esa entrevista habría sido un enorme error y no nos íbamos a prestar a ese juego macabro de una prensa marcada por intereses partidarios. En el capítulo sobre Karina Garay, podrá observar cómo actuó este medio a medias, Repretel, contreras y un tal Urcuyo, escondido.