Los ciber gruñidos politiqueros de un empleado del PAC gobierno Solís Rivera, en plena campaña electoral
David Fernando Delgado Cabana publicó el 13 de diciembre de 2017 el artículo: “Siete razones para no votar por Juan Diego Castro”, en “Crhoy”, en el que expresó toda su rabia, su rencor, sus prejuicios y evidenció lo desinformado que estaba respecto a mi propuesta como candidato presidencial y mi proceder como ciudadano costarricense.
En su artículo demuestra que en lugar de indagar mi trayectoria como abogado penalista durante 40 años y mi paso por la función pública cuando fui ministro de Seguridad, primero, y luego Ministro de Justicia, en el período 94-97, se fue por las ramas y lo que hizo fue un canto de sirena, y repitió los estereotipos que caracterizan a la prensa comercial supositiva y adscrita a una línea de pensamiento ligada a la clase burguesa y a los partidos políticos tradicionales.
Cuando Delgado Cabana intenta ser irónico tropieza con su falta de destreza en este campo, entonces, lo que pudo ser una metáfora que iluminaría a los costarricenses a finales de 2017 para que no apoyaran mi candidatura, terminó por ser un panegírico de mal gusto y escrito sin mayor creatividad.
Insiste, David Fernando sobre el discurso “punitivo” y “populista” que me atribuye -creyendo las necedades de Feoli-, sin conocer lo que significan ambos términos, o los emplea como quien toma un bastón en la oscuridad para intentar no tropezar con el primer obstáculo con el que se va a tropezar.
Luego, lejos de entrar en razones, en temas de profundidad con sus respectivas demostraciones para sostener lo que dice, David Delgado se inclina por un discurso sin asidero, pero eso sí lleno de muy delgadas acusaciones.
Así por ejemplo, asegura el comunicador, que en su momento tenía como trinchera “Crhoy”: “Lo conocemos por su represivo y populista discurso punitivo, pero de economía, derecho parlamentario, turismo y emprendedurismo ni las pestañas asoma. Estas debilidades no son un tema menor”. Asegura, pero no demuestra. ¿Cómo sabe el señor Fernando Delgado Cabana que no entiendo de tales asuntos, será que un rayo lo iluminó y al volver a la realidad tenía el compromiso de llenar de luz a los costarricenses?
Parte de mentiras, que es lo que en realidad sostiene toda la vaga y especulativa argumentación de este periodista, que incluso perdió un Recurso de Amparo en la Sala Constitucional cuando recurrió a ella porque yo lo había bloqueado en mi cuenta de Twitter, dadas las reiteradas vulgaridades cuando se refería a mi persona. ¿dictados por Feoli?
En el artículo citado, el periodista habla del concepto de democracia, del que deja claro, con lo que dice y cómo lo dice, que no tiene ni la menor idea de lo que representa esa forma de gobierno que hicieran brotar los griegos en su edad de oro.
Al intentar desvirtuar mi candidatura, David Fernando afirma que soy autoritario, que no sé respetar la división de poderes, y que, por ende, no era apto para gobernar.
Lástima que dichas afirmaciones las hizo convencido de que así eran, porque si el comunicador hubiera planteado un ejercicio de humor, quizá se hubiera ganado la venia momentánea de sus lectores, en el entendido de que solo quería hacerles pasar un buen rato a costa de mi prestigio.
No obstante, ni siquiera eso intentó, sino que hablaba en serio cuando sostenía que soy autoritario y ello evidencia la superficialidad de su discurso.
No hay una sola prueba de que en mi vida pública o privada haya procedido de tal forma, todo lo contrario, quienes me conocen saben de mi rectitud y de mi entereza, dos maneras de ser muy, pero muy distantes, del panorama que pintó el periodista.
“Juan Diego Castro tiene rasgos autoritarios muy peligrosos: en los noventa, cuando fue ministro de Figueres, rodeó a la Asamblea Legislativa con la Fuerza Pública para exigir más presupuesto. Esto no es anecdótico, es gravísimo. Se trata de alguien que parece creer que con excesos e irrespetando la ley se pueden conseguir cosas. Por supuesto, el presupuesto no fue aumentado y el Congreso emitió una especie de sanción llamada voto de censura, regulado en la Constitución Política, contra Castro. Juan Diego es el único ministro que ha sido censurado en casi 60 años”.
Muestra Delgado Cabana que estaba totalmente desinformado y los hechos jamás ocurrieron como los describe, y, por lo tanto, no tienen ningún respaldo en la realidad.
Lo lamentable es que el actual vendedor de alimentos para mascotas (en Desamparados) siguió repitiendo dicha mentira 20 años después de lo ocurrido, lo que evidencia su pobreza para investigar y su falta de curiosidad y su absoluta en sus gurús de La Nación y en Arroyo.
Entre las razones que esgrime contra mí en el texto invocado, expresa que soy “intolerante a las críticas” y que no solía asistir a debates y encuentros.
Miente Delgado Cabana, porque siempre que una prensa seria, responsable, apegada a la ética me invitó a programas, entrevistas y debates, asistí, lo que pasa es que no estaba dispuesto a formar parte de un circo de una prensa servil y vendida a intereses de partidos políticos que estaban de lleno en la contienda electoral de 2018, como sucedía con el Partido Liberación Nacional (PLN), que llevaba a Antonio Álvarez Desanti como su representante.
Confundir un perrito con una periquito, puede ser un problema muy grave y es lo que le ocurrió a Delgado Cabana cuando quiso instruir, para ponerlos en mi contra y desde su columna, a los miles de costarricenses que respaldaban mi propuesta.
Y debo volver, por un instante, al elemento humorístico al que aludí en líneas anteriores, porque David Fernando intentó desacreditarme al compararme con doña Laura Chinchilla Miranda y con don Luis Guillermo Solís, para el que estaba trabajando el momento de sus ciber pataletas. Como diría en un caso como este el ilustre don Qujote de la Mancha: “Yo sé quien soy”.
En mi vida pública y profesional siempre me he comportado apegado a la ética y buscando siempre el bienestar común, por lo que la comparación que hace el periodista no deja de parecerse cómica, por más que quiera evitarlo. Cómica por quien la plantea, no por las personas con quien me compara, desde luego.
Lo increíble de todo el asunto es que al final David Delgado (otro patán al que eché de mi bufete cuando llegó desplegar sus vulgares aspavientos, cuestionario de Arroyo en mano), estaba tan poco claro en sus argumentos, que el lector termina de repasar el artículo y ni siquiera tiene claro cuáles eran las siete razones con que pretendía descalificarme. Por dicha ahora se dedica a vender mascotas y huesitos.
Como se observa, la propuesta del hoy empleado judicial, es limitada, inconexa, sin argumentos sólidos, llena de suposiciones y prejuicios, lo que termina convirtiendo su artículo en ejercicio de escritura deficiente, oscuro y vago, que solo cumple un cometido: retratar a su autor como un representante de esa prensa que manipula y descalifica, y que parte que lo suyo es torcer los hechos en lugar de exponerlos.