Esteban Enrique Oviedo Álvarez

A la orden de Manuel Francisco Jiménez Echeverría. Lico IV.

¡Dejó los pelos en la cerca del periodismo infame!

Esteban Enrique Oviedo Álvarez es un periodista que escribe en la sección de política de La Nación y como tal navega en ese periodismo infame que distingue a ese diario, probadamente incapaz de generar informaciones equilibradas y apegadas a la ética.

De forma tal, que mi gratuito detractor es de la misma calaña, no necesariamente porque trabaje ahí, sino porque aprendió las mismas mañas y los viejos trucos de quienes hacen de la información un arma destructiva, sin importar que detrás de las declaraciones y de las acciones hay personas honradas y útiles a este país.

Por ese motivo, cuando Oviedo Álvarez tuvo la primera oportunidad de desinformar en relación con a mi candidatura presidencial, lo hizo sin que mediara el más mínimo rigor ético.

El 16 de enero de 2018,  contando con informes confiables de los oscuros paredones de fusilamiento mediático de Llorente, después de muchas semanas de preparación y edición secreta, presenté la segunda versión de “Los embusteros de la mala fe”, mi libro en el que denuncia de forma sistematizada cómo La Nación lo injurió, lo calumnió y lo persiguió por décadas, con el solo afán de destruir su imagen, en un caso que no tiene precedentes en Costa Rica.

Cuando esa noche predije que La Nación dejaría de circular, su edición impresa, en su primer año de gobierno, lo hizo no solo con la convicción de que así sería, sino que además efectuó la declaración con sentido del humor y dejaba claro que sería una situación producto de que los lectores abandonarían el diario llorentino.  No sabía del gigantesco préstamo que había obtenido ese emporio del mal, proveniente de los fondos del régimen de pensiones de la Caja Costarricense del Seguro Social y del desastre financiero en que se encontraba, como ahora, a punto de vender todo a una transnacional de la prensa.

Dicho lo cual quedaba claro que todo sería producto de una acción del mercado y no de una imposición ni de  una afrenta contra la libertad de prensa ni contra la libertad de expresión.

Esas declaraciones no fueron presentadas de esa forma a los lectores, sino que Esteban Enrique Oviedo Álvarez, fiel a ese pelotón de fusilamiento de la La Nación, insinuó que esa sería una imposición de Juan Diego Castro, lo que a su vez se podía vincular con una actitud en contra de la libertad de expresión y de prensa en el país.

La patraña no era más que una forma burda de manipular unas declaraciones cristalinas, pero que una vez que pasan por el cristal de la todopoderosa Nación se transforman —aunque eso de todopoderosa es un sentir que en ese medio se desinfló cuando en 1998 les dobló el brazo y logré (por penúltima vez) que los tribunales de justicia los condenan por injurias en el caso de las armas —en mentiras y en medias verdades.

En el titular con que dio cuenta de la información, ya distorsionada, Esteban Enrique Oviedo Álvarez ni siquiera tuvo el cuidado de hacer un enunciado legible, sino que presentó un texto confuso y en el que evidenció su pobreza en el uso del lenguaje.

Ni siquiera en este aspecto son dignos la mayoría de los periodistas de ese medio, que durante 70 años ha sido eco y bastión de la burguesía y de la derecha costarricense.

“Juan Diego Castro: ‘No pasará un año de mi gobierno de que ese periódico impreso (La Nación) deje de circular”. ¡Torpeza de torpezas! Quien lea con cuidado el titular, comprenderá que está muy mal planteado y para rematarlo utiliza un paréntesis. El atropello al lenguaje es total.

En la información interna, lejos de ser equilibrada y de darme verdaderamente la palabra, utiliza todas y cada una de las expresiones del día de la presentación de “Los embusteros de la mala fe”, así como lo dicho posteriormente, para dar a entender que sus fines son afectar a La Nación, que a esa altura de la campaña electoral había dejado claro que utilizaría todos los recursos posibles para bloquear, alterar, manipular y convertir la candidatura de Juan Diego Castro en un infierno mediático.

El siguiente párrafo muestra a las mil maravillas cómo en el arte de manipular, fusilero y mala fe,  La Nación tiene camino andado y sabe ir contra todas las reglas básicas del periodismo para darle cabida a sus intereses.

Al referirse a por qué yo creía que en un plazo de un año La Nación dejaría de funcionar, expresó: “No, no, no. Yo creo que, como ha venido tan mal económicamente, no le funcionan los negocios que hace, se mete a hacer otros negocios, porque ya el del periódico no le sirve, pues no va a ser rentable seguirlo manteniendo. Pero Aarón, dejemos claro una cosa, porque como a ustedes les fascina darle vuelta a mis palabras, yo no tengo ganas ni intención de ir a cerrar un periódico al que ya el país no le cree”.

La clave de la declaración estaba en la última línea de esta afirmación, pero Esteban Enrique Oviedo Álvarez y La Nación hicieron todo lo posible para invisibilizarla y para manejarla de acuerdo a sus intereses.

Ya en otra información, el periodista había hablado de que Juan Diego Castro había lanzado un “violento ataque” contra ese medio.

Esteban Enrique Oviedo Álvarez seguía así el tufo fusilero de Eduardo René Ulibarri Bilbao, Armando Mayorga Aurtenechea, Rónald Moya Chacón, José David Guevara, Carlos Villalobos y Aarón Sequeira Chinchilla, para quienes el periodismo no es un ejercicio al servicio de los lectores, sino una forma de contar sus verdades, de extrapolar realidades para acomodarlas a sus visiones ideológicas y del medio para el que laboran, con lo cual dejan de lado el elemento más trascendente del periodismo: el que prevalezca la verdad por encima de todo.