Sin lupa ni gloria por la radio y el periodismo
Gilda María González Sandoval, una periodista que hizo gran parte de su carrera en La Nación, es hoy la directora del noticiero de CRC 89.1 FM, así como integrante de La Lupa, un espacio que comparte con Carlos Albán de la Merced Villalobos Ulate, otro pasante de Llorente.
La periodista ha tenido la capacidad de pasar sin pena ni gloria por los medios en los que ha ejercido su oficio, no obstante, cuando se trata de hacer equilibrios ha sabido plegarse al poder del medio en el que labora.
Lejos, por lo tanto, de un periodismo independiente. Eso explica porque en los programas de La Lupa, como en el noticiero, no me diera un trato equitativo, ni mucho menos, en mi condición de candidato presidencial durante las elecciones de 2018.
La comunicadora no es frontal, sino que más bien como que opera en las sombras, de ahí que su proceder a veces cuesta medirlo. No obstante, en lo que respecta a mí, no tuvo la valentía de indagar a fondo quién soy realmente, para de esa manera presentarle a su audiencia una imagen más apegada a la realidad y no tan distorsionada como hizo ella y el resto de la prensa canalla durante la campaña electoral de 2018.
Mediante la selección de las fuentes y los invitados, que respondían a una visión ideológica cercana a los grandes centros del poder y la corrupción costarricense, Gilda María González Sandoval evidenció que su paso por La Nación y su cercanía a ese grupo de periodistas que se creen poseedores de la verdad, no es una casualidad.
Ese grupo al que se alude parte de la idea de que tienen el poder de definir qué es la verdad, así como de sostener el por qué les pertenece y, por lo tanto, el por qué tienen que comunicar esa verdad a la ciudadanía, con lo cual entran en un círculo de manipulación que en mi caso me creó grandes afectaciones, porque le transmitieron a los costarricenses una idea y una visión falseada sobre quien soy realmente.
Desde esa perspectiva, que, como se observa, está contaminada por un afán de torcer los hechos y ajustarlos a la realidad que les conviene a los medios de masas, una radio como CRC 89.1 negó de manera tácita un equilibrio a la hora de expresarse sobre candidatura.
Está claro que el discurso anticorrupción, antipolitiquería, anti alcahuetería y su firmeza en sus acciones y en sus convicciones de mi parte, lo que generaron en el grupo de los periodistas ‘iluminados’ fue un rechazo ad portas, sin entrar a indagar las verdaderas razones que me asistían para actuar de esa manera.
De forma tal, que el proceder como periodista de Gilda María tiende a relacionarse más con la omisión que la profusión de inexactitudes en relación conmigo, a diferencia de cómo sí lo hicieron muchos colegas suyos.
Aunque, claro está, no hay que olvidar que ella fue testigo de lo que le sucedió en 1998 a La Nación, medio que debió cargar con una condena en los tribunales de justicia por haberme difamado y eso no se olvida tan fácilmente.
En síntesis, González Sandoval no logró desprenderse de ese círculo llorentino al que perteneció alguna vez ni de su visión ideológica está marcada por esa arrogancia informativa que define a La Nación, y que se mantiene en satélites como el Instituto de Prensa y Liberta de Expresión (Iplex), liderado por Eduardo René Ulibarri Bilbao, y más recientemente por la aparición de Punto y Aparte, donde su amiga Yanancy Noguera lleva la batuta.
Si se mira con cuidado en los espacios formales e informales en que se mueve ese grupo de periodistas, el lector descubrirá que lo hace en torno a esos círculos que consideran que la verdad les pertenece y con base en ello, el ciudadano debe atender solo su visión.
La aparición de las redes sociales ha hecho que este pensamiento anquilosado en el siglo XX pierda vigencia en la práctica; sin embargo, periodistas como Gilda María todavía creen que el periodismo es el cuarto poder y que ese poder les pertenece, y que les da la libertad para atacar o para desplegar todo el silencio sobre un ciudadano cuando su pensamiento los adversa y los cuestiona.