De rabioso periodista a fino protector de la imagen magistral
Después de pasar por La Nación y Amelia Rueda, el periodista Rafael Alonso Mata Blanco recaló en el paradisiaco despacho de la Sala Constitucional, desde donde ahora ejerce su labor como comunicador.
Esa es la mejor manera de dejar de ser periodista, al convertirse en un burócrata de lunes a viernes, en una labor que no ofrece mayores dificultades, dado que la Sala Cuarta, como le conoce el costarricense, es una institución anquilosada en el tiempo y como sus fallos son palabra incontestable, eso hace que el trabajo divulgativo resulte un paseo cotidiano.
Rafael Alonso Mata Blanco, no hay que olvidarlo, se formó en las lides de ese periódico llorentino llamado La Nación, en la que los periodistas pronto aprenden que la realidad de los hechos solo es una forma de alcanzar el objetivo máximo: dar a conocer las versiones de ese hecho de acuerdo con los intereses económicos e ideológicos del medio.
De esa forma, no es extraño que Rafael Alonso Mata Blanco pasara de La Nación a “ameliarueda.com”, un medio que en cuanto a línea informativa no se diferencia en mucho de ese piscopático periódico que tanto daño le ha causado a Costa Rica.
Durante la campaña electoral de 2018, Rafael Alonso Mata Blanco cubrió dicha contienda para ese medio digital que se presta al juego de los intereses que mejor le sirven a sus gestores: Amelia Susana Rueda Ahumada y su retoño, el “editor ejecutivo” Carlos Antonio Jiménez Rueda.
Desde esa trinchera no es extraño, entonces, que Rafael Alonso Mata Blanco haya realizado una cobertura acorde con esos intereses y que, por lo tanto, cuestionara las mis actuaciones absolutamente transparentes en mi condición de candidato presidencial.
Rafael Alonso Mata Blanco formó parte de esa pandilla de periodistas procedentes de La Nación, elmundocr.com, Crhoy, Elpaiscr y el Semenario Universidad que vieron en mi candidatura una amenaza, a fuerza de repetir estereotipos, crear perfiles falsos, manipular los hechos y cerrar los ojos a la realidad.
Incluso el día de la elección, el 4 de febrero de 2018, Rafael Alonso Mata Blanco me hizo un seguimiento periodístico y lo contó con el titular “La derrota del casco azul”, en alusión al hecho de que, luego de las influencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y otras manipulaciones, yo no llegué a la segunda ronda, como preveían las encuestas. ¿Qué diría doña Carmen Blanco, su madre y exjueza proba?
“Un incendiario discurso anticorrupción no fue suficiente para que Juan Diego Castro cumpliera su objetivo de ocupar la silla de la Presidencia de la República”, escribió.
En el uso de dicho adjetivo Rafael Alonso Mata Blanco deja entrever su postura ideológica, su falta de equilibrio y objetividad, y de cómo se plegaba al grupo de medios que me atacaron solo por el hecho de que cuestionaba el status quo de los partidos políticos corruptos y los ponía contra la pared al exigirles transparencia y compromiso real para con los costarricenses.
Era muy difícil que un candidato crítico como lo fui durante toda la campaña, al final pudiera luchar solo contra un grupo de medios como los citados, los cuales no estaban estructurados para informar de forma objetiva, sino para manipular los hechos y consentir graves situaciones, como la ocurrida con el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Con una organización, que se supone debe de estar libre de tener injerencia en una campaña electoral, como lo es la CIDH, se prestó para intereses burdos del partido en el poder y los medios le seguían el hilo y justificaban su oscuro proceder, no hay fuerza que pueda contra la falta de ética, compromiso y seriedad de los medios de masas.
Y el hacer de Rafael Alonso Mata Blanco se ubicaba justo en ese rango de periodistas que parten de que son poseedores de la verdad y que como la verdad les pertenece la pueden manipular y torcer a su antojo, de acuerdo con su lógica. Anaquel de premios y medallas incluído.
Después de ejercer ese periodismo marcado por una deontología cuestionable y de abrazar los oscuros principios que rigen a los comunicadores que laboran en La Nación y luego de trabajar al lado de la ‘maestra’ Amelia Susana Rueda Ahumada y el incomparable Carlos Antonio Jiménez Rueda, Rafael Alonso Mata Blanco aprovechó las influencias que podían beneficiarlo y aparcó su hacer en la Sala Constitucional, donde a fuerza de emitir un comunicado cada vez que muere un obispo, tendrá una larga y prolongada vida burocrática.
De esta manera, el país se libró de un periodista que formaba parte de ese nefato grupo que hace de los medios una trinchera, no a favor de la verdad y de la buena información para los costarricenses, sino para extender sus tentáculos y servir a las corporaciones que respaldan a esos medios, por la sencilla razón de que estos les hacen el juego que les conviene.
Rafael Alonso Mata Blanco es un periodista más de ese grupúsculo que sigue pensando que ellos son el cuarto poder y que, por ende, pueden hacer lo que les viene en gana, desde atacar a una persona de manera furibunda, como lo hicieron conmigo, hasta ajustar los hechos a los intereses de las cúpulas gubernativas. A lo mejor se gana el premio Ulises Odio, al mejor funcionario judicial, para su famosa colección.
¡Veremos si superará la barrera del cambio de presidente de la Corte!
